Reunidos en la órbita del planeta, los Ángeles Sangrientos sabían que no podían dejar que la amenaza tiránida campase a sus anchas. Y aunque no eran suficientes... tenían que aniquilarlos...
El destacamento de Ángeles Sangrientos liderados por el
capitán Lucio se estaba preparando para desembarcar de nuevo en aquel planeta
donde habían confirmado presencia tiránida. Era su deber erradicarla antes de
que se hicieran más fuertes.
—Capitán, hemos
localizado una zona de aterrizaje segura. Está en una zona urbana en ruinas.
—No se hable más —contestó
Lucio—. Nos dirigiremos allí inmediatamente.
Mientras, Lucio se dirigió a la cámara apotecaria a
comprobar el estado de su capellán.
—Hermano Zargo ¿Cómo te
encuentras? —preguntó Lucio.
—En excelentes
condiciones de purgar xenos, capitán —respondió Zargo sin titubear.
—Justo lo que esperaba
oír. Prepárate, hemos puesto rumbo hacia el planeta. En marcha.
—Enseguida capitán.
Una vez en la zona, el destacamento recuperado y aumentado
desembarcó en una estación de aterrizaje.
—Volved a órbita, os
mantendremos informados —ordenó Lucio a su nave.
—¡Si, señor!
—El resto, manteneos
alerta. No sabemos lo que nos vamos a encontrar aquí…
Los marines empezaron a tomar posiciones sin recibir ninguna
señal de amenaza tiránida, hasta que…
—¡Señor, ahí vienen!
A lo lejos, en el cielo, comenzó a aparecer un enjambre
tiránido volador.
—¡Preparaos y esperad
a que estén a tiro! —gritó Lucio.
—¡Señor! —alertó
un marine—.¡Detecto numerosas señales
cerca!
—¡Formad un perímetro!
Esta vez no nos cogerán por sorpresa. —ordenó Lucio.
Los marines se dispersaron por escuadras cubriendo el perímetro
y cuando llegó el momento…
—¡Fuego! —gritó un
sargento.
La munición de bolter empezó a silbar por doquier. Pero los
tiránidos alados eran blancos difíciles.
—¡A cubierto, Aeróvoro!
—dijo un marine, antes de ser abrasado por el ácido corrosivo del Aeróvoro.
—¡Abatidlo, ahora! —gritó
Zargo mientras lideraba la carga.
Varios marines cayeron antes de que la escuadra de asalto
abatiera a la bestia gracias a sus retroreactores pero con su último y frenético
aliento, acabó con numerosos marines e hirió a Lucio levemente.
Mientras el enjambre alado atraía el fuego, genestealers y
gantes se acercaban peligrosamente, ocultos entre las ruinas y un enjambre de gárgolas
alcanzó a la escuadra intercessor.
—Adelante marines ¡Por
el emperador! —animaba Zargo mientras alzaba su crozius.
Las gárgolas solo eran una distracción. Rápidamente acabaron con ellas pero un enjambre de minas cayó sobre ellos, estallando en ácido y acabando con Zargo ante la mirada impotente de Lucio.
—¡Zargo!¡No! —gritó
Lucio mientras llegaba a él.
—Mátalos a todos…hermano… —dijo
Zargo, mientras exhalaba su último aliento.
Pero no había tiempo para lamentarse. El resto de tiránidos
estaban ya muy cerca.
—¡Replegaros! —ordenó
Lucio—.¡Se acercan por aquellos edificios!
Cuando los
genestealers llegaron, liderados por un líder de progenie, empezó el combate
real. Aunque muchos fueron abatidos por los disparos, solo hacen falta unos
pocos genestealers para provocar una masacre. La escuadra de asalto fue mermada
en un abrir y cerrar de ojos junto con los exploradores que habían bajado del landspeeder.
—¡Retiraos! —ordenó Lucio mientras cargaba con ira—.¡Retiraos y disparad! Yo me encargo de su líder.
La rabia se había apoderado de Lucio, que se dirigía solo
hacia el líder de progenie, un adversario poderoso incluso para un capitán.
— Acabaré contigo, bestia inmunda — dijo Lucio mientras
encaraba al líder de progenie.
Mientras Lucio combatía con la bestia, sus marines acababan
con el resto de la progenie genestealer. Sin embargo, y aún herido, el líder de
progenie hirió gravemente a Lucio mientras gritaba complaciente.
—¡Aun no has acabado
conmigo! —grito Lucio mientras se levantaba, pues el deber solo acaba con
la muerte.
Lucio consiguió herir de nuevo al líder, pero cayó inconsciente debido a sus heridas.
—¡Ahora, fuego! —ordenó
el sargento de la escuadra intercesor.
Una lluvia de fuego de bolter cayó sobre el líder de
progenie, que fue fusilado sin piedad.
Los tiranidos habían sido erradicados de la zona, pero se habían
cobrado un alto precio…
—¡Capitán!¡Capitán
responda! —gritaba el sargento intercessor—. Avisad a la nave, que nos recojan aquí ¡rápido!
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